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La canasta de volovanes de El Papi. |
Cuántos puentes y paradas de autobuses en muchas ciudades de México no son un punto de encuentro para la venta de comida de todos colores y sabores. Tacos, gorditas, chicharrones, y un largo etcétera son parte de una larga lista del menú que se ofrece cotidianamente debajo de los puentes.
Tuxtla de los Conejos no es la excepción. Uno de los puentes más populares es el que se ubica a escasos metros de la entrada principal de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach). En este tramo circulan cientos de alumnos diariamente para acudir a la biblioteca o a sus clases.
Ahí, en un pequeño rincón se instala diariamente El Papi, un conocido personaje que vende deliciosos volovanes que se van "de volada" (como el origen de la palabra lo indica), eso sí, como pan caliente y llenan, cómo no, decenas de hambrientos estómagos no sólo de estudiantes sino de cientos de personas que logran adquirir una pieza de mañana o mediodía.
No sabemos cuál es el nombre real de El Papi, pero a quien me encontré ese día era un tipo delgado, con bigotes finos, cabello medianamente largo, vestido de manera sencilla y en todo momento, pendiente de su teléfono celular. El tono de su voz y esa forma tan particular de decir "papi" lo confirmaban.
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El Papi (a la izq.), al pendiente. |
Hace mucho que quería comer uno de esas volovanes. Sin pensarlo mucho crucé el puente y fui por uno.
-¿Qué se te ofrece papi?
-¿De qué tienes?
-Solo de salchicha papi.
Procedió a la operación que repite una y otra vez durante el día: retiró una parte de la manta, sacó un pequeño cuchillo e insertó su filo en el lomo de uno de los volovanes. Lo sacó de su guarida; ya en la otra mano lo esperaba un pequeño trozo de papel estraza de color blanco. Aplicó de lleno el filo sobre uno de los bordes de la pieza. La abertura sirve para colocar el aderezo.
¿Cuántos volovanes elaboras por día? Le pregunté. "En una tanda salen como 300". Si multiplicamos eso por los 10 pesos que vale cada pieza, quiere decir que de esa sencilla canasta recubierta con una manta, salen alrededor de 3 mil pesos. Si a eso sumamos que se cubren dos turnos, estaríamos hablando de 6 mil pesos diarios. Si trabaja de lunes a viernes, son 30 mil pesos semanales; en cuatro semanas, estaríamos hablando de 120 mil.
Pero todo esto son meras especulaciones. Quizá por eso El Papi ofrece detalles de su negocio con cierto resquemor. Dice las cosas como "no queriendo"; lanza las frases breves y solo un oído entrenado logra tomarlas al aire.
El Papi, o uno de sus dueños o integrantes, me comentó que él llega alrededor de las 9 de la mañana. "Así es casi siempre", me dijo. Y también aseguró que él se va alrededor de la 1 de la tarde, "cuando llega el otro muchacho" y trae una nueva tanda para vender.
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El Puente de la Unach, cobijo de los volovanes. |
Así pasan los días. La leyenda de El Papi se extiende en muchos rincones de la Universidad. El sabor de cada volovan es muy peculiar. La pieza tiene una consistencia suave, y está como recién salida del horno. Están rellenas de queso amarillo, trozos de salchicha o jamón. Tienen un ligero sabor a pizza, y si a esto se suma el aderezo...
La pequeña mesa color verde se instala diariamente debajo del puente. Y a ella acuden estudiantes y todo tipo de personas que, atraídos por el sabor, detienen sus coches o motocicletas; o bien, cruzan el puente como yo para poder saborear estas delicias breves.
"Muchas gracias", le digo después de engullir dos volovanes antes de volver al trabajo. "De nada papito, que te vaya bien", me dice.
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