El manejo mediático permite enfocar solo ciertas partes de
una realidad determinada. Para muestra un botón: la portada dedicada
recientemente a Silvya Arely Díaz Santiago, actual directora del Teatro de la
Ciudad "Emilio Rabasa", mostrando la valía de su sonrisa Colgate, un
brillante collar con fino acabado y un pronunciado escote que permite observar
que su nacarada piel es más vistosa que el ajustado vestido que porta.
La luz que al fondo brilla como parte del montaje para la
sesión, permite a los admiradores de la belleza de la directora observar el
tono tan particular de su cabello. Señores: la imagen del Teatro de la Ciudad
está más que salvada.
Pero a Silvya Arely la supera la realidad: fue abandonada en
un barco del que hasta las ratas escaparon. Más que un secreto a voces, las
condiciones del Teatro "Emilio Rabasa" salen a relucir cotidianamente
para quienes han visitado las instalaciones de este histórico inmueble
chiapaneco. Revientan como las cloacas de Tuxtla de los Conejos. Sólo pedazos
de teatro son los que reciben a los ciudadanos cada que hay una obra o
concierto. En tales condiciones, es imposible permitir que los ciudadanos
comunes y corrientes se percaten de ello.
Imagen del interior de la Galería "Luis Alaminos
Guerrero", en
el Teatro de la Ciudad. La alfombra muestra
la humedad de
las goteras presentes en el techo.
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Espera quizá, la “salvación” del director general del
Coneculta-Chiapas, Juan Carlos Cal y Mayor, que desea que le caigan los
recursos federales como "agua de mayo", aunque estemos a principios
de octubre.
(Entonces, cuando veamos la remodelación del Teatro, ella
brillará aún con más fuerza que en la edición que este día nos regala.)
Goteras en diversas partes del lugar, los mingitorios
cubiertos con plástico negro (para agudizar la grotesca escena), entre otras
cosillas no menos agradables que permiten saber que al viejo
"Emilio", le están dando una buena ayudada para que termine de
morirse.
Pero no. En esta ocasión no importa que el Teatro esté a
punto de derrumbarse, sino proyectar la imagen de su directora, la "guapa
emprendedora".
La portada es el llamado de la galería de una decena de
imágenes donde se proyecta a la timonel del teatro, demostrando (vaya, vaya)
que además de venir de "buena familia", es una mujer con "todas
las de la ley" para poder dirigir este emblemático espacio.
Ella es un ejemplo más de que este es el sexenio de la
imagen.
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Los mingitorios, fuera de servicio.
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Quizá la foto más representativa de la sesión sea la de
Silvya (cuya "chiapanequez" es demostrable; en nuestro estado
"las mujeres triunfan a base (sic) de lucha constante), sentada en las
butacas vacías del Emilio. Butacas que lucen vacías casi siempre, porque si
bien hay presupuestos para difundir a personalidades de nuestra "alta
política" aldeana, no hay presupuesto para difundir actividades culturales
como las que, por cierto, promueve el teatro.
No es falso el hecho de que la "sociedad"
chiapaneca se da sus vueltas por el teatro con más frecuencia que en otras
ocasiones, gracias, por supuesto, a la labor de Silvya, quien es reconocida
como una afamada socialité.
Y así, mientras el Teatro Emilio Rabasa exhibe sus heridas
no cicatrizadas ante el mundo (ante quien las quiera ver), Silvya Arely da a conocer
ante la aldea que Chiapas se distingue, eso sí, por tener mujeres bellas en su
tierra.

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